Alexandra Cabanilla

www.alexandracabanilla.com

domingo, 17 de junio de 2018

Quito, la cuidad que me abraza


Debido a que que recortaron las respuestillas porque no había espacio suficiente en el diario, me atreví a desempolvar mi blog para que estas ideas no se quedaran en el armario de mi computador.. 
Ahora hablo de Quito, impulsada por ya vivirlo y saborearlo 3 años después de haber estado fuera.

¿Qué le gusta de Quito?
Quito me encanta por sus calles estrechas cuando te sumerges en el centro, por todos los personajes extra Amo las miradas pendientes de todos los extraños cuando entras a cualquier restaurante, los quiteños te miran.o en casa de amigños y extravagantes que deambulan a partir del medio día, a veces le digo que vaya despacito si hay alguien piloteando mi Copito, para comparar esa delicia de helado vainilla y mora, justo antes de llegar al Teatro Sucre, me encanta caminar hacia la tienda de “Víctor” acompañada por la neblina inglesa de las Gonzales Suárez, despertar arriba de las nubes cuando me que quedado en casa de amigos que viven por Monteserrín o cuando filmé una película en Guápulo. Amo las miradas pendientes de todos los extraños cuando entras a cualquier restaurante, los quiteños te miran. Me gusta los pequeños bares que provocan llamar la atención llenándolo de músicos que interpretan sonidos y notas desbordantes, a veces hasta queriendo ser un “wanna be” Nueva York, quisiera sin embargo más de estos espacios en donde puedes palpar las nuevas propuestas sonoras. De los Valles ni hablar, con un absurdo chiste me refiero al bar de “Los Cuchillos” como el Valle de los Chillos en donde se come uno de los mejores hornados por ahí Sangolquí, uno de mis platos favoritos. Y el otro valle aprisionado de harto pelucón guapo, muy cerca de donde vivo. Amo poder dormir con una pijama ligera y a veces me permito abrir un poquito la ventana para que se “oree” el cuarto en las noches entre Enero a Mayo. Y cuando me comienzo a perder en el Sur, sólo se que puedo ir a la pizza D`Rulo y tomarme un helado. La Floresta, el lugar hipster y coqueto desde mi punto de vista, amo caminar por esas calles pensadas para peatones, encontrar nuevas tiendas de diseño de los quiteños que han salido a las europas y han querido traer ese sabor de cuidad vieja. Las delicias de este barrio abrazado con la Vicentina ofrece en las noches algo especial, les cuento, a mi me hizo daño una vez cuando comí tripas por el Norte, y desde ahí le tengo respeto al “Parque de las Tripas”, pero una noche no muy lejana a la fecha actual de este relato, fui con mucha hambre y descubrí que puedes también ordenar un buen seco de pollo, fui feliz. Vivía en la Real Audiencia, un poco más allá del Colegio Liceo La Alborada, mi primer novio fue mi vecino, amigo con quién jugaba futbol y le puse la semilla de ser músico, ese barrio se llevó mi primer beso, mi primer gol, mi casita de muñecas construida por mi papá y muchas navidades con ron pope rodeada de las tías de mi mamá. Y bueno, voy a ir para mi infancia, mi barrio era desolado, una niña que jugaba sola en el patio inmenso de la casa, que muchas amigas no iban después del cole porque quedaba lejos y no era opción atrasarme del bus porque eso significaba faltar al cole, mi madre no podía irme a dejar.
Cuando me fui del Ecuador, no me imaginé extrañar la montaña, y fue ahí donde las valoré, apenas llegaba a Quito desde la cabina de avión veía lo verde que era, la cantidad de arbolitos que acompañan el caminar de los quiteños, Quito es una cuidad verde y eso me fascina, la jungla del concreto no nos ha invadido aún. Por último,  cuando voy camino a Otavalo, un lugar donde me desconecto del casco colonial, me deslizo por las extremidades de esta cuidad, por la  Ruta Viva, y es ahí donde mi alma calladito me dice “mira cómo las montañas nos abrazan”, muchas veces voy sola en el carro pero acompañada de la línea en el horizonte que divide a Quito del cielo.

¿Qué no le gusta?
Criticar a tu cuidad es duro porque habitas en ella, es decir, me critico a mi misma, pero ojalá y muchos de los lectores se sientan aliviados, identificados y motivados a cambiar un poco su lógica y comiencen a ser parte del cambio. No me gusta las calles llena de baches que poco a poco han ido dañado la suspensión de mi Copito (Vitara blanco del 2009). No me gusta que no hayan basureros suficientes para que los quiteñitos tengan donde poner sus desperdicios. Me aburre un poco saber que Quito es una cuidad dormilona, un Lunes a partir de las 11 de la noche no hay restaurante, bar, café que ofrezca al quiteñito tratarle bien sin darle la cuenta rápido, a menos que estés en La Fosh, sector que no visito desde que tengo 14 años, por la cantidad de narcóticos y gente maliciosa que le domina. Tal vez me odien muchos lectores pero no tengo nada en contra de los equipos de fútbol, juego fútbol todos los martes atrás de Solca en una cancha sintética del barrio “El Edén” con un grupo de chicas bien comprometidas y amigas que juegan suave, le hago al Fifa cuando mis amigos me dejan jugar un rato PS4 y gusto de ver fútbol, con toda esta información solo quiero decir que los hinchas de la Liga son a veces un poquito hechos los muy muy. Tenía que decirlo muchachos, claro está que un solo ídolo tiene el Ecuador. Y así es el fútbol. Yo se que no son todos pero ahora con esta inmigración de venezolanos en calles quiteñas, critico mucho a mi conciudadanos cuando se cierran a recibir con inteligencia nuevas culturas, nuevos sabores y nuevas formas de vivir estando en la comodidad de su cuidad. Hilando esta idea, me atrevo a decir, que en el tema de servicio al cliente, el venezolano y el colombiano, que son grupos emergentes de convivencia actual en Quito nos dan palo. Creo que el quiteño que se encuentra tanto del lado de dar el servicio o como cliente, siente esa diferencia, que se te presenta con una sonrisa, con un “le bajo todo lo que quiera para que se anime, y no el “va a comprar para bajarle”.  
Es muy chistoso ver a tanto millonario chofereando su auto amarillo por las calles bellas de esta cuidad que al momento en que ni sin entrar, te preguntan “a donde va” y de repente te dicen, “que pena señorita yo no voy para allá”, estoy agradecida en ese sentido a la tecnología que se va se va fusionando con los quiteños y nos da opciones para poder recibir un mejor servicio de movilización pública.

¿Qué cambiaría?
Cambiaría el chip que la gente se pone cuando llueve y repente todo se vuelve “slow motion” y es imposible calcular ni con Waze la hora de llegada a tu reunión mal agendada un Viernes a las 4pm.  
Cambiaría las políticas de ciertos cafés, pues me encantaría que todos puedan ir con su “espíritu guía” (para los que vieron la película “Coco” entenderán esta parte) y para los que no, pues que puedas llevar a tu mascota y que sean parte del ambiente del lugar, lugar en donde nacen ideas, escuchas a tus amigos o cierras negocios. Cambiaría muchas administraciones, sobre todo en el ámbito cultural, cambiaría la modorra forma de pensar del quiteño de creer que las gestiones deben ser comandadas por una sola persona en el cargo y no por la colectividad creativa de ideas o proyectos para mejorar la din ica de tu barrio, cuchas a tus ideas para mejorar o a y sean parte del ambiente del lugar en donde nacen ideas, escuchas a tus ámica de tu metro cuadrado, de tu barrio, de tu parroquia, de tu distrito, de tu cuidad. Un buen ejemplo, el barrio la Floresta, han ido? Vayan y miren como entre vecinos pintan las paredes de su casa con ilustraciones, con creatividad, con gusto. Exponencialmente, me molesta que el urbanismo no sea solidario, que te de pereza saludar a tu vecino, porque piensas que le ves mucho y no analizas desde un mejor punto de vista que puede ser el tipo que el una desgraciada casualidad te salve la vida, prestándote los sueltos que te faltan para pagarle al millonario del carro amarillo.
Me gustaría cambiar a nivel educativo, la comodidad de darle a tu guagua unos 20 minutos más de sueño porque su colegio está a lado o cerca de la casa, me parece una locura paterna vivir tipo Guanguiltagua, y mandarle hasta el Ilaló, solo porque ese colegio te ofrece estar alineado a  tus principios o valores. Cuando sea mamá seguramente entenderé otras cosas que ahora no las veo.
Saber que Quito tiene uno de los parques automotores más nuevos de Sudamerica, me asusta porque entonces, me refleja la comodidad del quiteño, en varias encuestas se refleja que el pico y placa duplicó la compra de carros, entonces señores, una solución hippie es comenzar a compartir los tramos en el mismo carro, y si eso les asusta es porque entonces en su mente aún no han aceptado la posibilidad de saludar a tu vecino y preguntarle sus horarios y destinos y por ahí, ahorrarte un par de dólares al mes.
Cambiaría tanto vago que te quiere limpiar el parabrisas a como de lugar, me encantaría tener un trapo con jabón, bajar la ventana y sin preguntarle, lavarle la cara al desdichado. Para criticar hay que proponer una solución y voy a usar estas pocas líneas que me quedan para dar una buena idea, que tal si en el semáforo de las Granados y Eloy Alfaro, se unen estos 6 vagos antes nombrados y te ofrecen que en 1 minuto que dura el rojo, te lavan el carro por $5 dólares, lo pagarías?
En fin, esta es una humilde apreciación de mi cuidad, cuidad que amo y disfruto siendo muy feliz siendo parte de ella y representándola muy bien, creo firmemente que ya soy parte de este cambio, al no huir y sacarle el jugo a mi profesión siendo cultura, voz y voto.